Andaluces
de Jaén,
aceituneros
altivos,
decidme
en el alma, ¿quién,
quién
levantó los olivos?
No
los levantó la nada,
ni
el dinero, ni el señor,
sino
la tierra callada,
el
trabajo y el sudor.
Unidos
al agua pura
y a
los planetas unidos,
los
tres dieron la hermosura
de
los troncos retorcidos.
Levántate,
olivo cano,
dijeron
al pie del viento.
Y
el olivo alzó una mano
poderosa
de cimiento.
Andaluces
de Jaén,
aceituneros
altivos,
decidme
en el alma ¿quién
quién
amamantó los olivos?
Vuestra
sangre, vuestra vida,
no
la del explotador
que
se enriqueció en la herida
generosa
del sudor.
No
la del terrateniente
que
os sepultó en la pobreza,
que
os pisoteó la frente,
que
os redujo la cabeza.
Árboles
que vuestro afán
consagró
al centro del día
eran
principio de un pan
que
sólo el otro comía.
¡Cuántos
siglos de aceituna,
los
pies y las manos presos,
sol
a sol y luna a luna,
pesan
sobre vuestros huesos!
Andaluces
de Jaén,
aceituneros
altivos,
pregunta
mi alma: ¿de quién,
de
quién son estos olivos?
Jaén,
levántate brava
sobre
tus piedras lunares,
no
vayas a ser esclava
con
todos tus olivares.
Dentro
de la claridad
del
aceite y sus aromas,
indican
tu libertad
la
libertad de tus lomas.
El
autor de este poema es el poeta y dramaturgo de Orihuela, Miguel Hernández.
Este poeta nació el 30 de octubre de 1910 y murió el 28 de marzo de 1942 debido
a la tuberculosis.
He elegido este poema, porque habla de una
tierra de la cual puedo decir que también es la mía, ya que he pasado y paso
gran parte de mi vida allí.
Y este poema refleja a la perfección los
campos, el paisaje que hay cuando vas a Jaén. Además del poema también se le
puso música, y los encargados fueron el grupo Jarcha.
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